Surgido de la margen izquierda del Nervión, IbonRG (Sestao, 1978) lleva décadas participando de la escena independiente y experimental de Bizkaia como organizador de conciertos (Kafea eta Galletak), como productor, arreglista (Mursego, Manett, Xabier Montoia, etc) y, por encima de todo, como músico. Desde los cuatro álbumes publicados con su banda, Eten, hasta su último proyecto de improvisación vocal, Gargara, IbonRG ha ido hilvanando un repertorio tan visceral e intimidante en la ejecución, como sólido en el mensaje. Repertorio al que ahora se suma éste, su primer trabajo de estudio en solitario.
Durante tiempo, los borradores iniciales que ahora forman el disco fueron madurando, hasta que la fortuita relectura de un poema de Koldo Izagirre, llamado Baldintza subjektiboak, encajó con una melodía con la que Ibon se solía despertar día tras día. En sus propias palabras -Las canciones estaban pensadas para ser cantadas a cappella pero, un día, me senté al piano para afinar una melodía y el instrumento terminó impregnando algunos bocetos que tenía para varios temas (…).
Hil zara es un álbum doble formado por un primer volumen a cappella y un segundo a piano y voz. Grabado en cuatro localizaciones distintas (incluidos un eremitorio, una cueva y dos búnkeres), en ‘Hil zara I’ escuchamos la voz de Ibon resonar, desnuda, contra las aristas, relieves y paredes de todos esos lugares. Por contra, ‘Hil zara II’ se grabó en la escuela de música de Eibar, con un único piano y la misma disposición de microfonía para toda la grabación. En este disco hay dos canciones distintas que se llaman igual, ‘Hil zara’ (has muerto), las cuales, a su vez, dan título al álbum. La primera abre el primer volumen, la segunda cierra el segundo. Entre ellas, Ibon RG enfunda un verbo sumamente certero con el que, y aún con cierta licencia al subjetivismo, va desgranando un poemario sobrio, solemne y ante todo, emocionante. Nos adentramos en una dimensión simbólica donde, como si de un canto por desvelar la mentira que racionaliza el tiempo se tratara, el poeta busca descifrar el cálculo que usamos como medida. La palabra apunta, señala y nosotros adivinamos en la naturaleza el reflejo de la memoria, deforme, ante nosotros.