Cataplàusia son probablemente la banda más salvaje que ha dado la naturaleza mediterránea en los últimos años. Salvaje por naturaleza y mediterránea porque recupera nada menos que la herencia indistinta de las mejores décadas barcelonesas, para diluirla sobre una paleta en la que el grano negro aparece entre la aguja blanca…
Este debut es como un sarpullido inesperado, el legado que merecieran lo laiteano. Un arrebato inconsciente que, como con ojos vendados, puede conducirnos a los bajos fondos porque ésto, más que una combinación necia entre psicodélia, jazz, hard rock muy serio o folk nigeriano, es el hilarante sentido musical de Pasto Martí (Sonio). El humor y el menosprecio al que está dispuesto a sumir todas y cada una de las canciones con tal de conducir la realidad a su gusto y sin considerar cuales puedan ser los resultados, porque precisamente de esto se trataba…
Como en un voy a por tabaco y ahora vuelvo, el disco se abre a modo de banda sonora para una película imaginaria, pero pronto empezamos a entrever en ella ciertos automatismos psíquicos, alguna que otra transfiguración, playboys, historias imposibles y poemas musicales con la ignición suficiente como para que una sola escucha valga más que mil palabras. Un cuidado auto homenaje que va mucho más allá de la mera irreverencia, pues un primer álbum como éste solo es posible sin pensar, desde la intuición del genio. Todo lo que aquí encontramos responde al porqué de los peinados de un artista que no repara en estética accesoria alguna. Mira al pasado desde un evidente anti-revivalismo activo; es más; sucede ser más hijo de su tiempo que la mayoría, gracias al reconocimiento de unas influencias X que no duda en contraponer como políticas más que musicales.