Erigida cronista de lo cotidiano y lo marginal, maestra del uso de la provocación y la paradoja, y con una de las voces más bellas y perturbadoras de la escena, Fee Reega (CAPTAINS, Dead Hands) publica nuevo epé, titulado «Rumores».
Grabado con Alex Gato y Gonza Whiplash en La münster, y producido y mezclado por David Baldo en Madrid, las cuatro canciones incluidas en «Rumores» parecen compartir referencias veladas o indirectas al típico ruido confuso de voces que suele emitir el trasfondo de cualquier audiencia. Lo cual nos hace pensar en esa supuesta voz que corre entre el público y en la palabra no reflexiva que une los puntos entre la gente, dibujando el artefacto dúctil y gratuitamente imaginado de nuestra consciencia. Pues, como si de inocentes anécdotas que se cuentan a última hora de la noche se tratara, «Rumores» incluye historias protagonizadas por diferentes personajes, las cuales perviven como propias gracias al acto humano de empatía y de asunción del dolor convivido. Dolor de agresiones distintas que conforman una gran herida compartida, ante la que Reega propone el perdón de uno/a mismo/a y la reconciliación vital, como armas para arrebatar el poder al sistema que diseña nuestro destino y para elaborar, con ello, un pensamiento propio y sin límites, ajeno al mundo de los rumores.
Anticipado hace unos meses por «Gwendolyne» (viaje a través de la pérdida de la inocencia, esbozando la normalización del abuso en la cultura de la educación patriarcal), «Rumores» nos desvela tres nuevas y maravillosas canciones de la artista de la selva negra actualmente afincada en Asturias: Así, la hermosa balada «Spaghetti (Noreña ghost story)» es toda una oda a los/as incomprendidos/as que habitan la invisibilidad en los márgenes de la norma. A ritmo de psico-cumbia, «Goya» relaciona la necrofilia con todas aquellas mujeres solteras que peregrinan al rezo por un novio a San Antonio de La Florida, Madrid, ante los restos acéfalos de Francisco Goya. Y «Juguete roto» cierra el epé con una especie de bolero iconoclasta y singular, en el que Reega acota la naturaleza desechable de la idea de persona-objeto, para reivindicar que los demás no deciden si vales, cuánto y hasta cuándo.












