Primo es el pseudónimo elegido por Naz Aparicio (Shonen bat, Have fun) para su proyecto acústico en solitario; pero no dejemos que la polisemia nos lleve por derroteros equivocados. La lírica de Primo no tiene nada de ingenua, ni en sus temas encontraremos una inocencia cándida. Más bien, si hemos de prejuzgar, hagámoslo acordándonos de ese familiar que, por su lejanía y a la vez inmediatez, se presenta ante nuestro yo infante como un referente ajeno, una primera puerta a sentimientos que ni siquiera nuestro entorno más cercano es capaz de hacer aflorar.
Infatigable creador con tres álbumes, un split con Anime rooms y dos recientes epés que son una absoluta preciosidad a sus espaldas («Arder» en 2019 y «Seis canciones» en 2018), la música de Primo trasmite intimidad, calidez y una ternura ora abrupta y cruda, ora preciosista… pero sobretodo derrocha talento, poética y verdad por los cuatro costados. Sus canciones te abrazan, imprimen y se manifiestan en ti sin que lo veas venir. Para una inmensa minoría, hay canciones de Primo que ya forman parte de nuestra vida.
Siguiendo con la analogía, las canciones de Naz son como ese perfecto desconocido que acabará convirtiéndose en el mejor amigo y confidente durante un fugaz verano, como una presencia inmanente que te sobrevuela durante tus momentos más nostálgicos, como una leve sonrisa esbozada sin intención, mientras una nueva lágrima nos acaricia la mejilla.















