Cualquiera que haya escuchado sus distintos proyectos identificará claramente la impronta de Juan Carlos Fernández (Dos Gajos, Matrimonio, Penélope Trip), el espectro musical y temático que maneja. Sin embargo, cuanto más se afana en contarnos que ‘todo sigue igual’ más nos damos cuenta de su evolución.
En su primer y único álbum como Baladista, sigue el fingerpicking maquinal que arrimara más al ascua del blues con Dos Gajos, o del folk en Matrimonio. También Kurt Weil, el cabaret de entreguerras y la música hispanoamericana; en ocasiones da la impresión de que Juan Carlos escribe una y otra vez el reverso del ‘Gracias a la Vida’ de Violeta Parra, cambiando su doliente vitalismo por un existencialismo con cierta retranca.
Así, mientras el baladista hace inventario de indecisiones, decepciones y espejismos, vamos abrazando su melancolía de ceja arqueada como si ya nos perteneciera. Transformando en canciones esos monólogos interiores que obstinadamente nos repetimos, ante los atascos de la personalidad con los que lidiamos día a día (…) Javier Aquilué