Al cobijo del peligro, en la noche madrileña, se produjo el encuentro entre Pablo Garnelo (Biznaga, Ardora) y Marco Lipparelli (Being Berber, Gut Derby) con Álvaro Marcos y David Moralejo de Atención Tsunami. Tras el deslumbre inicial, la amistad abrió un periodo de reencuentros infiel e intermitente que se prolongó durante toda la pandemia y, cuyas impros y primeros ensayos, les llevó a un callejón sin salida. Es decir, a convertirse en una banda con un puñado de canciones y la posibilidad de un estudio.
Grabado en tres sesiones en directo con una vieja Tascam a 8 pistas en Metropol, el primer álbum de Charnego es una contundente declaración de intenciones. Canciones a bocajarro y no hay piedad, aunque el ímpetu de la insurgencia aparece, eso sí, ensamblado a un engranaje sónico de relojería suiza. ‘Regreso al futuro’ ha sido compuesto y grabado cual arrebato de orfebre, sobre unas bases rítmicas peso pluma -que retumban por toda la sala- y mediante las guitarras seguramente mejor afiladas de los últimos tiempos.
Ahora y como reflejo de este siglo de las luces (en el plano de nuestras pantallas se refiere, de avisos parpadeantes que aparecen de izquierda a derecha, en desvío, deriva y despiste constante), Charnego despliegan ante nosotros una fiesta mayor, así que sacad el confeti porque ‘Regreso al futuro’ es como un desfile gramsciano de carrozas con gigantes y cabezudos. Una larga pasarela de monstruos en majestad, pertenecientes a ese mundo varón, Marca España y obsoleto que se retransmite a sí mismo en sórdido directo, que nos interpela con suficiencia y que sobreactúa sin pudor, chapoteando como un niño en los charcos de la mentira.