Parece mentira, Fajardo publica ahora su segundo álbum de estudio. Parece mentira porque innumerables giras por España, una logia de seguidores con su nombre grabado a fuego y el boca a boca circulando a propósito de este artista mayúsculo pueden hacer pensar que la discografía del majorero es igualmente extensa. En absoluto: Un álbum homónimo en 2009, el EP ‘Muñecos’ en 2011, dos splits (con Malcortado en 2010 y con Monte en 2012) y el single ‘S/T’ en 2014 hasta llegar – ahora sí – a este segundo largo, seis años después de su debut.
Avisaban sus últimas giras y se intuía en el último single, José Antonio Fajardo ha desarrollado una dicción y un (no) control de su propia voz fuera de todo alcance comparativo. Esta vez, además, dichas tablas aplican en igual medida al acuñe compositivo. Con un discurrir métrico que resulta tan preciso como natural, y unas estructuras en las que muestra y esconde según demande el discurso, en ‘Arrullo Magnético’ Fajardo firma un cuerpo de temas sobresaliente. Tensión y dulzura, suspense y reposo en canciones tan complejas en lo armónico como sencillas para la percepción del oyente (difícil empresa).
Aunque, si bien medida y austeridad puedan funcionar como antesala formal, llegar a dar con el contenido es otra cosa… Ahí se transluce toda una pátina de emociones. Un arco iris que redime solemnidad, que se difunde desde la sinceridad y que, poco a poco, va conformando formas estéticas esenciales. Confesiones memorables, poética en definitiva: Un baile tribal, lo salvaje (Basáltico). Esperar un hijo (Ventana). La lluvia como banda sonora (Gotas). Música y lucha (Son). Paraísos terrenales e ideológicos (Batalla Vencida), Espejismos y el mar (Esto). ETC. ‘Arrullo magnético’ es la obra de factura impecable que esperábamos de Fajardo. Madurez. Un fonograma inmortal.