Lo que en su día empezó como el proyecto personal de exploración de Pablo Jiménez (Picore), ha terminado convirtiéndose en un organismo colectivo en el que últimamente participan Sergio Segura, Jesús Landa, Igor Dorado, Luis Azcona, Cristian Barros y David García (ambos en Picore). A su vez, aquello que en su primer disco partía del rock atávico de corte mudéjar, cristaliza actualmente en forma de música popular sin pueblo, contemporánea y universal.
Con la repetición como método y la celebración como objetivo, en la verbena disfrutamos de un cancionero inclusivo, con esencia de Pedro Salinas y poética de Miguel Hernández o Federico García Lorca, pero hay más. Al mismo tiempo, Les conches velasques son capaces de integrar obra de -nada menos que- Nass el Ghiwane, Agapito Marazuela o Hamid Alemmou, inmiscuidos todos ellos con naturalidad serrana en éste, su ya propio repertorio.
Ahora, el aire con el que la banda de Zaragoza oficia, la agilidad con que la ejerce, terminan por impregnar este ritual de un espíritu libertino y de un sabor callejero únicos. Seguramente esta música sea otra prueba -escasean- de que el esencialismo y el eclecticismo no son excluyentes. Al contrario, aquí se constata su complementariedad en forma de legado, de ancestro electrificado. Les conches velasques proyecta contra la pared de nuestras conciencias una cuestión recurrente aunque tapada: aquella que aplica al imaginario colectivo imperante en nuestra querida Iberia. Esto es ¿Occidente?































