¿Cómo entender a Ghandi rules OK? ¡Ay de nosotros! Uno tiene la sensación de que en realidad no son una banda, sino más bien un estado mental ¿De verdad han existido? Hay pruebas que efectivamente indican que sí, que bajo el ala benévola y acogedora de Repetidor quedan algunos vestigios, borradores, prototipos de canciones todos ellos en forma de espejo donde, el año 2012, se reflejaba por primera vez el ideal de una banda imposible.
Es más ¿No dejaba el propio título de su ‘EP1’ la puerta abierta a un segundo volumen? Pues no. Como si de una ágil finta de Godot se tratara, parece que nunca hayan existido ¡Qué sensación! Son como una idea que se vislumbra pero que nunca termina deviniendo. Aunque, visto de otro modo, quizás sea precisamente durante esos períodos de intuición cuando Ghandi rules OK tomen forma, atrapados en cierta ilusión existencial. Como en ‘Borda, va, borda’, su primer largo del mismo año 2012. Una obra con un latir tan intrigante que aún resuena hasta el día de hoy.
Pues bien. Ahora y desde el lado opuesto a este pliegue temporal irresoluble (aprovechando una chispa cuántica despistada, seguramente), Oriol Solé y Toni Sistaré trascienden el umbral una vez más y mirad cómo nos los encontramos: tirados a la bartola sobre un sofá cósmico, tomando el té mientras remiendan con harapos la escafandra que usan para adentrase en el universo de sus canciones. En definitiva, muy ocupados pasando el rato. De hecho, es en este nuevo álbum donde el dúo de Igualada ha estado más cerca de acabar preso de su propia órbita, pues estas canciones son como migajas de pan que han ido dejando al avanzar, no tanto para marcar el camino de vuelta sino para procurar evitarlo. Con la motilidad de un cangrejo, en ’Pícnic i conills’ Ghandi rules OK navegan a trancas y barrancas en una sola dirección, hacia sí mismos.